jueves, 27 de mayo de 2010

Puente hacia el pasado

Es probable que este puente no haya cambiado de aspecto desde hace 80 años. Yo debería saberlo, o al menos haberlo preguntado, ya que está situado en el barrio donde crecí.


Como se puede observar, en la época de su construcción no se preocupaban demasiado por las barreras arquitectónicas; tiene un buen tramo de escaleras por cada lado. Se trata de una pasarela exclusivamente peatonal que siempre ha estado reservada a caminantes con piernas sanas.
Mirando desde aquí se ve el pasado, pues el convento del fondo no ha cambiado tampoco en 80 años, y los árboles mudan pero no cambian mucho.

Para gentes de bielas flojas y vehículos sobre ruedas, había más abajo un paso a nivel encantador, con su casita del guarda-agujas con huerta, higera y gallinero, que fue sustituida por un paso subterráneo de lo más sórdido.

Es tan sórdido que os he ahorrado la vista interior...

Estoy seguro de que en un plazo no demasiado largo también desaparecerá este puentecito. Por ser barrera arquitectónica, porque está hecho una ruina, y porque hay nuevos planes para el barrio y su infraestructura ferroviaria.


He llegado a tiempo con las fotos. Cuando derribaron la casita del paso a nivel yo no tenía cámara... ni nostalgia. Sólo para eso sirven las fotos: para alimentar la nostalgia. Porque no nos devuelven aquellos lugares, sólo una imagen minúscula y plana. Los hitos físicos, los referentes del paisaje, van cambiando y uno se acerca a su barrio de la infancia y ya no está el paso a nivel, ni la tienda de Badillo, ni la fábrica de gomas, y debe adaptarse año tras año a los nuevos lugares, y aprender los nuevos nombres. Hasta que un día se harta, ya no encaja las novedades, y entonces es que uno ya se ha hecho irremediablemente viejo.


¡Ah! ¿Que cuál es el barrio? Anda díselo, Juli Gan.

sábado, 15 de mayo de 2010

Panchito

Ahí sigue Panchito, sonriendo inmutable desde su escaparate.

Bueno, mutar sí que ha mutado un poco, ha sido reparado y repintado unas cuántas veces... y también se ha desplazado, aunque apenas unas decenas de metros, desde su primitivo emplazamiento en Casa Paulista, aquel tostadero fundado en 1914.

¿A que tiene un toque Jazzi de New Orleans? Sí, alguien se fijo en eso, y en el año 86 del pasado siglo, portando una trompeta entre sus manos, fue la imagen del Jazzaldia Donostiarra.
También he oído que un visitante Yankee quiso comprarlo por un buen fajo de dólares, pero su dueño se negó y el muñeco se quedó en la ciudad.
En Bilbao hay sucursal con su nombre, bien es verdad, pero no le tienen a él.


Ahora mira a la calle desde este establecimiento relativamente nuevo, pero no ha perdido su carácter atemporal: Es un arquetipo; la imagen del esclavo agradecido, del sometido feliz.
Un símbolo que nos remite hoy como ayer al café: ese producto que se paga en origen a precio de miseria y se nos vende aquí a precio del oro. Esa droga que nos sirve para espabilarnos, que nos mantiene alerta y estimula la ilusión de que somos más listos que ellos, de que mantendremos el estatu quo: nosotros arriba y ellos abajo.
¿Por qué estas tan tranquilo Panchito? ¿Es que tú no tomas café, como decía Mama Inés?



Me gusta verte ahí, Panchito. Tu imagen me aporta estabilidad; esa sensación necesaria de que hay cosas inmutables, de que hay símbolos eternos.

Me caes bien Panchito, en serio, pero te miro... y no sé bien de qué te ríes.

jueves, 13 de mayo de 2010

Comprando en Donosti

Un día fui al mercado y me encontré con esto:



Si eres donostiarra puede que te suene lo del vídeo... ¡Incluso puede que aparezcas en él!
Esa actuación se enmarcaba dentro de un fin de semana lleno de eventos organizados para apoyar un proyecto que no nombraré, ya que no creo que nuestra ciudad vaya a sacar de él nada positivo.
También sabrás de qué mercado se trata pero, si lo dices en los comentarios, ganarás... bueno ¡Ganarás mi admiración!